Querido Ricardo,
En estos dos años he comenzado muchas veces a escribir un lamento por tu trágica muerte y un homenaje a tu calidad humana y a la amistad con la que me honraste... naufragando repetidamente en el intento.
Por una parte la tristeza, por otra la dificultad para encontrarle un significado a las circunstancias concretas de tu asesinato, por último... hallar las palabras que hagan justicia a todo lo anterior. Confieso que no he mejorado mucho en ninguno de estos aspectos, pero mañana un nuevo aniversario de tu desaparición me compele a hacer lo que pueda con lo que tengo.
Tuve la suerte de conocerte hace más de 20 años, por amigos comunes, y de que nos lleváramos bien de inmediato. Eras un tipo extraordinariamente inteligente y sensible, aunque te esforzaras por disimularlo y comportarte como “uno más de los muchachos”. Pero nunca te contentó quedarte en la superficie de las cosas, y una cierta tristeza que recuerdo -y que volví a ver en tu foto del Colegio en internet,- habla de la pérdida temprana de la ingenuidad. Cosas de la vida. Nunca te oí quejarte, ni siquiera años después, cuando se fue –de un día para otro- Catalina, ese rayito de sol, llena de determinación y frescura, tan pequeña y tan grande. Entonces, apelaste a tu fuerza interior, a la aceptación y decidiste vivir más intensa y comprometidamente que antes. Y con Dino, tu pilar, lo hicieron. Recuerdo cuando primero me hablaste con mal disimulado embelesamiento de quien sería tu mujer y madre de tus hijos... y ya entonces, cuando aún restaba un cortejo paciente, determinado y contenido, sé que sabías que tenían un destino en común.
Buen padre, hijo, hermano y amigo, también te destacaste como profesional. Cuando la informática en Argentina todavía era algo muy alejado del común de la gente, te metiste a estudiarla en serio y al tiempo con Fabian y Guillermo crearon una empresa de sistemas para ingeniería que es un ejemplo de seriedad e innovación. Me acuerdo que me sorprendiste un día contando que la empresa estaba creciendo mucho... y que preferían algo más chico, más personalizado y que los involucrara directamente. Eligiste la pasión por un estilo de trabajo, renunciando a hacer “un negocio”, que probablemente les hubiera aportado más riqueza pero menos satisfacción. Te admiré por eso, como por muchas cosas más... tu entusiasmo, tu capacidad de estar relajado y disfrutar de la compañía, de los afectos, de la familia, del juego.
Las imágenes se amontonan, una vida debe ser honrada en su totalidad y también en sus detalles, pero al menos por el momento, esos lo llevo en el corazón.
Con respecto al crimen, sólo puedo referirme a los más íntimo y personal. De la seguridad, de sus políticas, de los aspectos legales y sociales se ha dicho mucho y se deben solucionar institucionalmente con justicia y verdad. Pero no puedo pasar por alto algo en lo que creo profundamente.
Más allá de los aspectos mencionados, siento que la violencia en todos sus niveles y formas antes que en el exterior, anida en nosotros mismos. Eso no disculpa a ningún delincuente de ningún tipo de delito. Pero nos obliga a asumir a cada uno individualmente la responsabilidad por nuestros propios sentimientos de codicia, de odio, de crueldad. Y por eso, por los míos, te tengo que pedir perdón querido amigo, te quiero mucho, gracias por todo lo que me diste.
Juan