Al comienzo, uno tiene que hablar al tonal. El tonal es el que debe ceder el control. Pero hay que hacer que lo ceda con alegría. En otras palabras, se hace que el tonal abandone cosas innecesarias como el sentirse importante y el entregarse al vicio, que sólo lo hunden en el desorden. Todo el problema es que el tonal se aferra a esas cosas cuando debería dar las gracias por librarse de esa porquería. La tarea es entonces convencer al tonal de que se haga libre y fluido. Es lo que un brujo necesita antes que cualquier otra cosa: un tonal fuerte y libre.
A causa de su debilidad nata, el tonal se destruye con facilidad, y así uno de los artes del guerrero es hacer que el nagual emerja para apuntalar al tonal. Digo que es un arte, porque los brujos saben que a través de reforzar el tonal puede emerger el nagual. Eso se llama lograr poder personal.
Cuando estés en el mundo del tonal, deberías ser un tonal impecable. ¡Ahí no hay tiempo para porquerías irracionales! Pero cuando estés en el mundo del nagual, también deberías ser impecable. ¡Ahí no hay tiempo para porquerías racionales! Para el guerrero, la intención es la puerta de en medio. Se cierra por completo detrás de él cuando va o cuando viene.
Si hay demasiados objetos innecesarios en tu isla de tonal, no podrás sostener el encuentro con el nagual. Podrías morir. Nadie es capaz de sobrevivir un encuentro voluntario con el nagual, sin una larga preparación. Lleva años preparar al tonal para tal encuentro. Al guerrero se le debe enseñar a ser impecable y a estar totalmente transparente antes de que pueda aún siquiera concebir el encuentro con el nagual.
El Segundo Anillo de Poder